Cerdos voladores

Cochi fue un cerdo optimista desde que nació, aún a pesar de tener una dura competencia para comer (siendo uno de los más pequeños de la camada de 15 lechones). Tuvo que empujar y patalear duro cada vez que tenía la oportunidad de calmar su hambre. Con todo y todo, aprendió a querer a su madre y sus hermanos. Sabía que no era por maldad que parecían ensañarse en no dejarle comer, y se conformaba con la poca leche que lograba en cada intento. De alguna forma, y aunque no quedara satisfecho, no se quejaba y esperaba que la próxima vez fuera un poco más...

Esta actitud, tan rara en un cerdo, hizo que fuera un inconprendido, no sólo por sus congéneres (incluyendo hasta su madre) sino por el resto de animales de la finca.

Y así fue creciendo, solitario, meditabundo... lo cual le permitió conocer cosas inusitadas para un cerdo. Descubrió, por ejemplo, que las lucecitas que se veían en la noche sobre los charcos de agua, eran las mismas que podían verse si uno hacía un esfuerzo y levantaba la cabeza, fijando la vista lo más alto posible. Luces mágicas. Adquirió la costumbre de ver para arriba. Así se dió cuenta que había animales que parecían vivir en el aire. Animales alados parecidos a gallinas, pero más pequeñas y rápidas. Y Cochi tuvo una inspiración. La dura vida en el suelo debía ser el preludio a otro tipo de vida, en el cielo, donde podría moverse libre por el aire, como esas "gallinitas".

Para entonces, Cochi era uno de los pocos cerdos que quedaban en la finca. Sus hermanos habían ido siendo "trasladados", a veces de dos en dos, o de tres en tres. "Este nunca va a engordar" oía que decía el granjero, algunas veces, cuando pasaba cerca. Cochi pensó que sus hermanos eran afortunados, y qué, como siempre, a él le tocaba ser de los últimos...

Un día a finales de diciembre, el granjero amarró a cochi y lo llevó cerca de una pileta... "Al fin", pensó el cerdo... luego sintió un golpe en la cabeza, perdió la vista y se sintió mareado, entonces una punzada en el cuello, y algo caliente que le resbalaba por el pecho... y sintió como si comenzara a elevarse, "estoy volando"...


- Marta, vieras que raro.
- ¿Qué fue, Miguel? ¿Te costó mucho?
- No, no... es que nunca había visto un chancho sonriendo...


Don A. me invitó a postear relativo a este "tema", y pues, me animé, aunque confieso que nunca he escrito ficción y lo encuentro bastante difícil. Aún así, espero que les guste. Más sobre cerdos voladores con:

Amorexia
Alejandro Trejos
Tita
Dibujando Pensamientos
Mar de Orión